Breviloquium
Creación y salvación
La revelación de Dios la podemos ubicar desde los orígenes de la creación. Sin embargo, la fe en la creación es tardía en el pueblo de Israel. En sentido cronológico, será a raíz del destierro a Babilonia donde la fe del pueblo será tentada por la incredulidad, ya que llegan a una nueva tierra que posee una cultura y culto enfocado hacia las creaturas que llega a deslumbrarles. De ahí que los profetas vean la emergencia de comprender la creación en orden a la alianza entre el Dios-amor y su pueblo. Por otra parte, en vistas a buscar el sentido de la alianza en la creación, se abren las puertas a la reflexión sobre el origen del mal en el mundo, así como a no ver en este la palabra última de Dios, sino a reconocer en la palabra salvadora la última palabra que dirige Dios al mundo.
En las siguientes líneas, por tanto, creación, pecado y salvación, serán los momentos de nuestra
reflexión comprendidos desde los ejes de Dios-pueblo-alianza.
Podemos hablar, en otras palabras, de una creación originada por un Dios que es
amor, y que está destinada a una alianza que es, en última instancia, salvación
de todo lo creado: el hombre y el cosmos.
Como ya se anotó más arriba, los profetas en el exilio del
pueblo de Israel a Babilonia, desarrollan la fe en la creación para salir al
paso de la cultura y culto babilónicos que estaba socavando la alianza entre
Dios y el pueblo de Israel. Jeremías ora a Dios reconociéndolo como el creador:
«Señor, tú eres mi Señor. Tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran fuerza y tu
poder. No hay nada imposible para ti» (32, 17). El mensaje del profeta Isaías
es aún más claro y directo: «El Señor es un Dios eterno que ha creado los
confines de la tierra». Y quienes esperan en el Señor «renuevan sus fuerzas,
vuelan como las águilas; corren y no se fatigan, caminan y no se cansan» (40,
28.31).
Tenemos así un llamado a mantener la fidelidad con el Dios
creador. Si Dios lo ha creado todo: «Ante él las naciones son nada, son
consideradas como vacío y confusión» (Is 40, 17). Será Dios quien los salvará
de la situación en la que el mismo pueblo se ha metido y ahora no sabe cómo
salir de ella. El saber que Dios es quien lo ha creado todo, hace que el pueblo
comprenda la situación actual a la luz de un fondo más amplio, la alianza.
Un tema que deriva de la fe en la creación tiene que ver con
el origen del mal. Si Dios ha creado todo bueno como afirman los relatos del
libro de Génesis (1,1-2,4; 2, 4-2,25), ¿por qué existe el mal en el mundo? El
autor yahvista (s. X a.C.) reflexionando a la luz de la fe en la creación, nos
ofrece en Génesis 2 y 3 una reflexión profunda sobre el origen del mal. Para
nuestro autor, inspirado por el Espíritu Santo, la desobediencia al único
mandamiento de Dios hacia nuestros primeros padres Adán y Eva, fue el origen
del mal y de la entrada de la muerte al mundo: «pero no comas del árbol del
conocimiento del conocimiento del bien y del mal, porque el día en que lo
hagas, ciertamente morirás» (Gn 2, 17; 3, 6s).
La Constitución dogmática Gaudium
et spes, presenta una síntesis magistral sobre el origen del pecado: «Creado por Dios en la justicia, el hombre, sin embargo, por instigación
del demonio, en el propio exordio de la historia, abusó de su libertad,
levantándose contra Dios y pretendiendo alcanzar su propio fin al margen de
Dios. Conocieron a Dios, pero no le glorificaron como a Dios. Obscurecieron su
estúpido corazón y prefirieron servir a la criatura, no al Creador» (n. 13).
Pero como ya lo hemos anticipado, la última palabra no la
tiene el pecado o el demonio. Dios promete la salvación a nuestros padres:
«Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te
aplastará la cabeza cuando tú le aceches el talón» (Gn 3, 15). Tenemos, así, el
primer evangelio, la primera buena nueva que tendrá su cumplimiento pleno en
Jesús. La fe en la creación, por tanto, hace confluir tres vertientes: los
orígenes, la salvación y la culminación de la historia. Dios se crea un pueblo
para hacer una alianza que alcanzará su culmen al final de la historia.
En síntesis, la fe en la creación está íntimamente ligada a la alianza entre Dios y su pueblo, que a pesar de sus múltiples pecados, Dios no cesa de buscarlo para salvarlo. La última palabra la tiene Dios, no el pecado. Esa palabra salvadora en la plenitud de los tiempos será Jesús, Verbo encarnado.
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