Breviloquium
Introducción al cristianismo
Un año emblemático como lo ha sido 1968, vio publicada la Introducción al cristianismo. Lecciones sobre el credo apostólico del teólogo y reciente docente de la Universidad de Tubinga, Joseph Ratzinger. «Este libro —declara el autor— nació de las conferencias que di en Tubinga, en el verano de 1967, a los oyentes de todas las facultades» (p. 28). La obra, en su segunda edición española a cargo de Ediciones Sígueme, es el tomo 16 de la colección Verdad e Imagen. Está compuesta por el Prólogo y cuatro partes sucesivas que, en conjunto, suman 318 páginas.
La Introducción a
la obra se titula: «Yo creo… Amén».
Trata el concepto de fe y su lugar en el mundo de hoy, para ello echa mano de
un recorrido histórico sobre cómo se ha comprendido el conocimiento de la
realidad en la época moderna y, la incidencia que tiene la fe en la teología en
su quehacer de hacerla comprensible. Después presenta la fe en su dimensión
eclesial, afirma que la fe no es «como profesión de fe y por su origen, ni
recitar una doctrina, ni aceptar teorías sobre las que no se sabe nada y que
por eso mismo trata de afirmar elevando el tono, sino un movimiento de toda la
existencia humana» (p. 73s). La fe, en consecuencia, invita a un cambio de
vida, a una conversión permanente.
En el primer capítulo comienza a tratar la primera sección
del Credo de los Apóstoles: Dios.
Ratzinger trae de nueva cuenta las preguntas sobre el misterio divino, que a
pesar de las distintas formas en que se presenta, «podemos decir que se reducen
solamente a tres, con distintas variaciones sobre el tema: monoteísmo,
politeísmo y ateísmo» (p. 87). Son los grandes caminos que la humanidad ha
recorrido en su relación con Dios. También en la fe bíblica encuentra que hay
dos aspectos que ilustran la fe en Dios: su cercanía y su lejanía. Es el Dios
personal, pero al mismo tiempo es el Dios que está fuera del espacio y del
tiempo. Con todo, la nota característica del Dios de los cristianos es la
Trinidad, que no nace «de una especulación sobre Dios ni de una investigación
filosófica sobre el origen de todo ser, sino que es el resultado de una
laboriosa elaboración de determinadas experiencias históricas» (p. 137s).
La segunda parte del Credo
está dedicada a la fe en Jesucristo.
Nuestro teólogo expone la comprensión de esta sección Símbolo apostólico en el
capítulo dos. Delinea de manera magistral, lo que él llama la «esencia del
cristianismo», esto es, principios que «son como los pilares de la existencia
cristiana y, a la vez, las formulaciones de la esencia de lo cristiano» (p.
224), a saber: 1) El individuo y el todo;
2) El principio «para»; 3) La ley de lo incognito; 4) La ley de la
sobreabundancia; 5) Lo definitivo y la esperanza; y 6) Primado de la recepción
y la positividad cristiana. Todos ellos, en síntesis, «se condensan en el
principio del amor» (p. 225). Así avanza al desarrollo de los artículos de fe
cristológica, en su relación con la Virgen María, la salvación y las realidades
últimas.
Cierra su obra con el capítulo tres, que versa sobre El Espíritu Santo y la Iglesia. El
teólogo de Baviera apunta el reto que esta sección del Símbolo representa: «la
doctrina de la Iglesia ha de partir de la doctrina del Espíritu Santo y de sus
dones». La cristología queda delimitada por el hecho de que, por el Espíritu
Santo, en la Iglesia «Cristo sigue ahí presente con una apertura, amplitud y
libertad que no excluye en modo alguno la forma institucional, pero sí limita
sus pretensiones y no la equipara con las instituciones mundanas» (p. 279). Las
demás expresiones del Símbolo, «resurrección de la carne» y «vida eterna», superan
los límites de la muerte y abren un nuevo horizonte: «el espíritu, el amor que
es más fuerte que la muerte, trasciende lo biológico. Con ello se traspasan las
fronteras de la muerte y se abre un futuro decisivo para el hombre y para el
mundo» (p. 281). La fe en el Espíritu y en la Iglesia, como se puede apreciar,
incide y debe incidir en la vida del cristiano.
Joseph Ratzinger ha dejado una obra que se ha convertido en
un clásico en el ámbito teológico, pero que está también llamado a ser un
clásico en los ámbitos de la pastoral de nuestras comunidades. Todos
necesitamos que alguien nos explique el contenido y el sentido de la fe
cristiana hoy, pero desde la recta doctrina y desde el servicio a la verdad en
la caridad.
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