Breviloquium
San Agustín de Hipona
Filósofos cristianos
La época Patrística alcanza una de sus más grades cimas con la aparición de san Agustín de Hipona. Su pensamiento marca un antes y un después en la forma de hacer filosofía y teología. Tanto en el ámbito secular, como en el ámbito cristiano especialmente, la influencia del Doctor de la gracia ha tenido una amplia repercusión. Por ello, vamos a presentar algunos pensamientos que nos ilustren de manera asequible su posición en el diálogo entre fe y razón.
Aurelio Agustín nace en Tagaste (hoy Túnez), África, en 354,
hijo de un padre pagano, Patricio y de una madre llena de fervor cristiano, Mónica.
Realiza estudios de retórica (370-371) en Cartago, mismos que lo condujeron a
la obra Hortensius de Cicerón, el
cual, una vez leído, declara nuestro santo doctor: «inflamóse mi alma con tanto
ardor y deseo de la filosofía, que inmediatamente pensé en dedicarme a ella» (De beata vita, I, 4). Su carrera como
docente inicia en 374 hasta 387, año en que recibe el bautismo de manos del
obispo de Milán, Ambrosio.
A partir de ese año, comienza su peregrinar como cristiano.
En 388 vuelve a África; en su natal Tagaste funda una comunidad religiosa y
adquiere notoriedad por su santidad de vida. Posteriormente, a petición de los
fieles de Hipona, es ordenado presbítero por imposición de manos del obispo
Valerio, en 391. Desarrolla un fructuoso ministerio de predicación. En 395, es
consagrado obispo y al año siguiente toma posesión de la sede que deja vacante
Valerio por su fallecimiento. Con ello, se abre la etapa de mayor desarrollo intelectual
en la vida del obispo de Hipona, puesto que enfrenta a herejes y cismáticos, al
mismo tiempo que escribe sus libros más importantes. Fallece en el año 430.
Si hay una expresión que sintetiza la relación entre fe y
razón en el pensamiento del santo doctor es la clásica: «intellege ut credas, crede ut intellegas [entiende para creer, cree
para entender]» (Sermones, 43, 9).
Ambas son «dos caminos que nos impulsan al conocimiento» (Contra académicos, III, 20, 43) y, en consecuencia, no deben ser
contrarias, sino deben estar unidas.
Por una parte, comprender nos lleva a creer, a escrutar la
verdad «para poder encontrar a Dios y creer», pero por otra, «creer abre el
camino para cruzar la puerta de la verdad» (Benedicto XVI, Audiencia, 30-01-2008). De ahí que para nuestro obispo, «Nadie, en
efecto, cree si antes no piensa que se debe creer», y esto porque «la fe, si lo
que se cree no se piensa, es nula» (De
praedestinatione sanctorum, 2, 5).
Sobre la filosofía, afirma que son dos sus problemas: «uno
concerniente al alma, el otro concerniente a Dios»; el primero «nos hace dignos
de la vida feliz», el otro «nos hace felices» (De ordine, II, 18, 47). Como se aprecia, el tipo de conocimiento
que busca san Agustín, es el de la Sabiduría. Por eso afirma que, «Si la
sabiduría y la verdad no se aman con todas las fuerzas del espíritu, no se
puede en modo alguno llegar a su conocimiento; pero si se busca como se merece,
no se retira ni se esconde a sus amantes» (De
moribus ecclesiae, I, 17, 31). Asistimos, entonces, a una valorización no
dualista, sino unitario de ambos saberes.
El pensamiento de san Agustín de Hipona sigue teniendo
actualidad y vigencia. Juan Pablo II escribió la Carta apostólica Augustinum Hipponensem (28-08-1986), en
el XVI aniversario de la conversión del santo doctor; al final del documento
dedica unas líneas a hablar de la actualidad de la obra de san Agustín para
quienes están en busca de la verdad, los teólogos, los científicos y los
jóvenes.
Su influencia ha estado omnipresente en toda la época escolástica,
principalmente en san Anselmo y san Buenaventura. También en los pensadores
modernos, como Descartes, Malenbranche y Rosmini. Y en la época contemporánea, pensadores
como Max Scheler, Hannah Arendt y Emmanuel Mounier han profundizado en la
filosofía agustiniana. Benedicto XVI dedicó cinco catequesis para presentar su
vida y pensamiento en enero de 2008.
Indudablemente, san Agustín de Hipona sigue prestando un gran servicio no solo a la Iglesia, sino también al mundo. Quienes están buscando la verdad con mucha pasión, pueden encontrar en él un gran aliado; también quienes están buscando profundizar en la comprensión de su fe cristiana, encuentran en el Doctor de la gracia a un maestro invaluable.
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