Breviloquium
La mala noticia: el pecado
17 de julio de 2022
Si Dios es amor, ¿por qué hay tanta maldad en el mundo? ¿Por qué de manera personal no se experimenta en plenitud ese amor? ¿Por qué hay muchas injusticias sociales? ¿Por qué este mundo no es un paraíso donde se viva en una paz plena? ¿Dónde está el problema?
Vamos, a la luz de la revelación de Dios en la Sagrada
Escritura, a descubrir la raíz de este problema. Cierto es que muchos hombres y
mujeres han intentado esta búsqueda con sus propias fuerzas, pero hoy es
necesario escuchar a Dios, y que sea él quien te muestre el origen del mal en
este mundo. Al final, tú podrás elegir el camino que, de acuerdo a su Palabra,
te lleve a un mejor sitio del que te encuentras hoy.
San Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, nos descubre el
origen del mal en el mundo: «puesto que todos pecaron, todos están privados de
la gloria de Dios» (Rom 3, 23). El pecado es la causa del mal, es lo que impide
experimentar el amor de Dios de manera personal y única. Dios derrama un diluvio
de amor sobre toda la humanidad, pero la humanidad, por su pecado, se pone bajo
un cristal que le permite ver llover, pero le impide ser bañado por las aguas
del amor divino.
Seamos claros, el problema del hombre de este tiempo y de
todos los tiempos, de acuerdo a la revelación divina, se llama: pecado. Pero,
¿qué es el pecado?
Llamamos pecado al camino errado que alguien toma en su vida,
el ir de error en error y perder la felicidad. De la misma forma, es un
atentado contra Dios, es querer ocupar su lugar. Pero si hay una definición más
precisa de lo que es el pecado, san Pablo afirma: «todo lo que no procede de la
fe es pecado» (Rom 14, 23).
Esta última definición de pecado es la que más pervierte al
ser humano, porque suplanta al Dios verdadero por ídolos; estos piden toda la
atención y no remiten al misterio, sino que manipulan al ser humano, lo
denigran y corrompen su dignidad de persona. Y al ser ídolos, alienan a la
persona, coartando su libertad con meras apariencias de felicidad, porque sus promesas
son bienes menores que impiden poseer el bien mayor.
Como consecuencia, el pecado esclaviza, así lo ha afirmado
Jesús: «quien comete pecado es esclavo del pecado» (Jn 8, 34). Así, quien peca,
queda privado de su libertad parcial o totalmente, y queda atado a una vida
ingobernable, lleno de conductas autodestructivas o a vicios que poco a poco
van minando su integridad física, emocional y espiritual. Llevando, con todo
ello, a la muerte, puesto que «el salario por el pecado es la muerte» (Rom 6,
23). A largo, mediano o corto plazo, el pecado siempre produce muerte.
Pero la Sagrada Escritura aún nos presenta una triple mala
noticia. Primero, «Todos se extraviaron y se corrompieron, no hay nadie que
haga el bien, ni siquiera uno» (Rom 3, 12). Y esto porque como lo ha anunciado
Jesús, todas las maldades «salen del interior del hombre y lo hacen impuro» (Mc
7, 21-23); es necesario, entonces, que alguien nos cambie el corazón, sin
embargo, podemos preguntarnos con el apóstol «¿Quién me librará de este cuerpo
mortal?» (Rom 7, 24), y esta es la segunda mala noticia: no nos podemos salvar
solos. La tercera mala noticia que presenta la Escritura, es la presencia de un
enemigo que no podemos vencer y al que hay que estar atentos porque «el Diablo,
ronda como león rugiente, buscando a quien devorar» (1 Pe 5, 8).
Si esta es la realidad del pecado con sus consecuencias, ¿qué
queda hacer? En realidad, nada, sin embargo, Jesús afirma que él no ha «venido
a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Lc 5, 32). Por lo que, al igual
que el publicano la invitación a que reconozcas tu pecado delante de Jesús. Así
como el publicano reconoció sus pecados y obtuvo la gracia de Dios (Lc 18,
10-14), por lo que quien confiesa sus pecados a Dios, obtiene el perdón de los
mismos.
Quiero invitarte a que en un momento de oración en silencio,
reconozcas ante Jesús que has cometido muchos pecados, mismos que te han
apartado de su amor, pero que hoy reconoces con todo el corazón que has pecado
y que necesitas de su ayuda para superar esta situación. Dios que no se hace
del rogar, escuchará tu oración hecha con fe y actuará.
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