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La Iglesia, comunidad de fe: sujeto y lugar de la teología

Breviloquium

La Iglesia, comunidad de fe: sujeto y lugar de la teología

 3 de abril de 2022



          La Iglesia es el Pueblo de Dios y, dentro de ella, las diferentes comunidades de fe, las cuales, de acuerdo al contexto en que les toca vivir, celebrar y pensar su fe, elaboran diversos modos mediantes los cuales relacionarse con Dios, hablar de él y comunicarlo a otros. Veamos, primero, cómo se relaciona la fe y la teología; después la teología como acción humana y, finalmente, la Iglesia como sujeto y lugar de la teología.

          A la hora de hablar de las relaciones entre fe y teología, la Sagrada Escritura nos presenta cinco imágenes para comprender la fe, son como los picos de un poliedro, ya que todas ellas llevan implícita una idea que ayuda a hondar en el sentido de la teología. Así, la imagen de la «roca» denota estabilidad; la de «camino», dinamismo; la de «luz», conocimiento; la de «amor esponsal», relación; la de «meta», destino. La teología, en cuanto ciencia de la fe, asumiendo las ideas de esas imágenes en su ejercicio, participa de esas características.

          Aquí bien podemos preguntarnos, ¿puede haber fe sin teología?, ¿puede haber teología sin fe? Una postura analógica, proporcional a cada caso, nos permite aceptar la sabiduría de los sencillos sin renunciar a la ciencia de los entendidos. De tal manera que no derive, en alguno de los extremos, en un desprecio del otro, sino en una tensión saludable que nos ayude a creer para comprender y a comprender para creer, como sostenía San Agustín.

          Anotado lo anterior, vemos, pues, que la teología es una acción humana, y al mismo tiempo un tipo de conocimiento. Ordinariamente, toda forma de conocimiento parte de una cierta fe, de una confianza radical en la realidad que se desea conocer y sin la cual dicha realidad se volvería obscura e inaccesible. En teología, la fe es principio interno de conocimiento, tiene un carácter de presupuesto y de dinamismo catalizador.

          Además de ese momento de fe que podemos denominar intuición, se requiere, para hacer cualquier ciencia, el análisis crítico y especulativo. La teología adquiere rigor científico cuando prima el momento positivo de análisis de fuentes, sin soslayar el momento de la fe, que es su presupuesto. El teólogo no piensa, en consecuencia, a pesar de la fe, sino en la fe y desde la fe.

          Este dinamismo que aporta la fe se aprecia mejor en su triple horizonte de verdad, amor y esperanza. El primero despliega el uso de la razón y la inteligencia, es la fe que busca comprender, en palabras de San Anselmo de Canterbury. El segundo mueve la voluntad y la afectividad, es una fe que busca amar de acuerdo a la espiritualidad franciscana. Y, el último, tiene que ver con la memoria y la esperanza, es la fe del peregrino que mantiene cercanía con su origen pero con formas nuevas y actualizadas de expresión. Este último horizonte ha dado pie a teologías como de la esperanza, política y de liberación.

          Con estas nociones apuntadas, podemos tratar al sujeto y lugar de la teología, esto es la Iglesia. Ella, como sujeto, es el Pueblo de Dios y la comunidad de fe; en ella, la teología existe en función de ella, ya que debe haber familiaridad entre el sujeto de la ciencia y objeto que se estudia. De aquí que, el lugar de la teología sea al mismo tiempo el sujeto de la misma, es decir, la Iglesia en cuanto sujeto y lugar de la teología, aporta los datos objetivos de esa tradición de fe, es el lugar hermenéutico, heurístico y vital de la misma teología. Esto no implica un sesgo en la investigación, sino una responsabilidad a la hora de sostener el resultado de una investigación, inclusive, con la propia vida. Hacer teología es un don y un compromiso con la verdad.

          Cierro este breve aporte, invitando a reconocer que en cada bautizado está la semilla para hacer teología, ya que el teólogo es todo aquel que piensa la fe insertado en ese nosotros llamado Pueblo de Dios, desde una comunidad de fe, que con su vida da razón de la fe que ha contemplado y que desea comunicar con palabras y obras a otros hermanos.

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