Breviloquium
Filosofía y fe cristiana
10 de abril de 2022
En nuestros ambientes pastorales es raro escuchar procesos de formación teológica de manera ordinaria, mucho menos aun de formación filosófica. De hecho, pareciera que no fuera necesaria, y se le omite en la mayoría (sino todos) de los planes formativos para agentes de pastoral. Nos preguntamos, entonces, ¿cuál es la relación entre fe cristiana y filosofía?, ¿es verdad que la filosofía no tiene nada que ver con la Iglesia?, ¿nuestros pastores solo estudiaron Biblia?, ¿han existido cristianos que han hecho filosofía?
La filosofía tal como la conocemos, surge en Grecia, y fue el
resultado del paso de la opinión (doxa) al conocimiento (episteme), también
como el paso del mito a la razón (logos). Es decir, como resultado de buscar
llegar a la esencia de las cosas dejando atrás las apariencias. Evidentemente,
este saber nace en un contexto cultural diverso al de la Sagrada Escritura. Sin
embargo, aunque este paso, en su formulación, parece que abandona de hecho todo
relato que no se ciña a la experiencia tangible, la realidad es que la
literatura revelada contiene en sí una lógica y unas verdades que la filosofía,
al ser un conocimiento que lo abarca todo, con gusto recibe y lo procesa en su
camino de descubrir la verdad en sí misma. En este sentido, Joseph Ratzinger,
en su Introducción al cristianismo, sostiene que en la fe cristiana es tarea primordial
la teología y en ella lo griego, tiene un derecho inamovible en lo cristiano,
ya que el dato revelado se presenta utilizando conceptos y categorías del
terreno filosófico.
Esto que acabamos de decir, encuentra su eco en la encíclica
Fides et ratio de Juan Pablo II. El pontífice apuntaba que la Iglesia no se
queda al margen de esta búsqueda de respuestas, al contrario, ella ofrece «la
diaconía de la verdad» (n. 2). Así mismo, valora los esfuerzos que la filosofía
hace para hacer más digna la existencia humana; de aquí que la Iglesia ve en
ella «el camino para conocer verdades fundamentales relativas a la existencia
del hombre. Al mismo tiempo, considera la filosofía como una ayuda
indispensable para profundizar la inteligencia de la fe y comunicar la verdad
del Evangelio a cuantos aún no la conocen» (n. 5). La filosofía, por tanto, no
es algo ajeno a la Iglesia, de hecho, en la formación sacerdotal está como
primer momento del proceso formativo, después del cual vendrá la etapa de la
teología.
Rechazar la filosofía en las comunidades cristianas no es signo
de mayor santidad de vida, lo mismo que haya muchos eruditos en este saber; en
realidad, lo que la filosofía brinda a la fe cristiana son las herramientas
mentales y conceptuales para aproximarse, analógicamente, al misterio de la fe.
De aquí que la filosofía no sea un recetario, sino que aporta los criterios
para elaborar una comprensión de la fe que ayude, eso sí, a generar conocimientos
para vivir de acuerdo al Evangelio, a interpretar lo mejor posible el dato
revelado y a comunicarlo a otros de una manera más comprensible.
A lo largo de la historia de la Iglesia, muchos cristianos
han sabido aprovechar las herramientas que aporta la filosofía y con su
pensamiento contribuyen a la elaboración filosófica que lleva a vivir mejor la
fe, distinguiendo la auténtica de la falsa. Entre los que podemos señalar,
encontramos en la época Patrística a San Clemente y Orígenes de Alejandría, san
Justino, laico y mártir; San Agustín de Hipona; en la época escolástica a Santo
Tomás de Aquino, San Buenaventura de Bagnoregio, beato Juan Duns Scoto,
Francisco Suarez; en la época Moderna a René Descartes; en la época actual la
pléyade de pensadores cristianos es muy amplia, pero podemos nombrar a Karol
Wojtyla, Edith Stein y, aquí en México, al fraile dominico Mauricio Beuchot.
Como podemos observar, la filosofía está en cada rincón de la Iglesia, sobre todo como etapa necesaria de la formación sacerdotal, pero también, en santos y santas de la Iglesia que han sabido encontrar en ella una aliada para comprender y vivir su fe cristiana, al mismo tiempo que ejercen su dimensión profética al compartir con otros los frutos de su búsqueda de la verdad.
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