Breviloquium
Ramón Llull: razón que articula la fe
Filósofos cristianos
23 de julio de 2023
Cuando hablamos de relaciones fe y razón, podemos pensar que el diálogo se cifra únicamente entre clérigos y científicos, la época Escolástica nos muestra que también los laicos han presentado su propuesta para comprender esta relación.
Ramón Llull (1233-1316), hijo de una familia noble catalana de Mallorca, a la edad de treinta años vive una especial conversión que lo lleva a abandonar su vida distinguida y su vida de esposo y padre de familia, para emprender la misión de evangelizar a los infieles y unir a los cristianos separados. El estilo que asume es el de un humilde juglar de Cristo, como San Francisco de Asís, por lo que se incorpora la Tercera Orden Franciscana. Fue un hombre de profunda contemplación y de mucha acción. Resulta evidente que el título con el que se le reconocerá más adelante, Doctor Iluminado, le sea bien ganado. Por otra parte, la filosofía que desarrolla trata de independizarse de la escolástica, inclinado más hacia una postura racional y aterrizada a los problemas de la vida concreta.
En su Historia del pensamiento II (1967), Jacques Chevalier sintetiza los pilares en que se apoya el espíritu del franciscanismo: «la primacía absoluta de lo divino, la deficiencia de la naturaleza y la necesidad de la gracia para perfeccionarla, la superación de la inteligencia por la voluntad y por el amor, y, tanto en el origen como en el término de su trabajo, la presencia vivificante de una intuición sin concepto, el poder que tiene el alma de ser directamente iluminada por Dios y de elevarse hasta él gracias a una asistencia especial de su Creador» (p. 363). Pilares en que Llull se apoya para el desarrollo de su filosofía.
Pero, entonces, ¿qué relaciones hay entre fe y razón para Llull? Primero, destaquemos que para él, la primacía lo tiene la teología (fe), y toda teología será considerada como tal, siempre y cuando exprese la tradición cristiana. Por teología comprenderá la exposición llana y ordenada de la fe, tal como ha sido transmitida desde las primeras generaciones, y es obligatoria a todo creyente, pues el primer mandamiento de la ley de Dios versa: «amarás a Dios con toda tu mente».
En segundo lugar, la filosofía (razón), en cuanto tal, tiene la función de demostrar racionalmente las propiedades que Dios ha infundido en las creaturas, y exponer de manera sistemática y científica la naturaleza de las mismas. En este sentido, la filosofía es ciencia de las razones necesarias, demuestra a Dios y a las criaturas, al mismo tiempo que facilita el conocimiento de Dios. La filosofía es quien se encarga de dar consistencia a la teología y dotarle de cientificidad, de esta forma, la filosofía solo existe como servidora de la teología y a ella debe su existencia.
Sintéticamente podemos decir, la teología aporta la fe y la filosofía la razón dialógica. Para el Doctor Iluminado, la filosofía está en función de la teología, pero aquellos filósofos de la antigüedad que no tenían fe, caían inevitablemente en el error; no así, los filósofos árabes y judíos que él quería convertir, estos, por ser creyentes, no quedaban descalificados. Por tanto, para que realmente haya teología se debe dar la conjunción de fe y filosofía.
Con todo, en el pensamiento del Doctor Iluminado, la filosofía corre el riesgo de convertirse en gnosis, ciertamente de carácter cristiana, pero gnosis al fin. Es una tentación en aras de querer racionalizar la fe. En el marco de la Iglesia, esta es una de las dos tentaciones actuales que minan la búsqueda de la santidad, de acuerdo al Papa Francisco. El gnosticismo supone «una fe encerrada en el subjetivismo, donde solo interesa una determinada experiencia o una serie de razonamientos y conocimientos que supuestamente reconfortan e iluminan, pero en definitiva el sujeto queda clausurado en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos» (Gaudete et exultate, n. 36).
Una situación que no hay que perder de vista si queremos realmente hacer filosofía o teología; ambas tienen sus propios objetos de estudio. Sin distinción de cientificidad propia de cada disciplina, se corre el riesgo de socavar a las dos. Ramón Llull supo sortear, en su tiempo, esta tentación.
Como conclusión, podemos notar que en las relaciones fe y razón, los laicos, cuando han sido conscientes de su vocación cristiana, han sabido proponer también su propuesta para armonizar esta relación. Ramón Llull nos da testimonio, como laico, de cómo es una respuesta razonable a la fe cristiana que se acoge, y cómo siendo contemplativo, también se puede desarrollar una acción transformadora.
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