Breviloquium
San Anselmo: fe que busca comprender
Filósofos cristianos
2 de julio de 2023
En la relación fe y razón, cada época va marcando su dinámica. La Escolástica, por su parte, presenta un nuevo paradigma en la comprensión de esta relación respecto a la Edad Antigua y, al mismo tiempo, respecto a la Edad Media; en esta última, la época Patrística nos presentó un talante más apologético, la filosofía suministraba las categorías para construir el edificio teológico cristiano que lo hiciera racional a sus detractores. En los albores de la época Escolástica surge la controversia dialéctica, que vendrá a suministrar la motivación para el cambio de paradigma en las relaciones fe-razón. San Anselmo de Canterbury es uno de los primeros pensadores cristianos que dará una respuesta armonizada a dicha relación. Vayamos por partes para descubrir su propuesta.
Como lo enunciamos, la controversia dialéctica significó un cambio de paradigma en la comprensión de la relación fe-razón, a principios del siglo XI. En términos breves, la dialéctica era una de las siete artes liberales que se enseñaban en las escuelas monásticas, específicamente, pertenecía al grupo del trivium (gramática, dialéctica y retórica), esto es, las disciplinas relacionadas con la elocuencia. Con ella, se formaba la razón del estudiante en orden a buscar la verdad. Los que estaban a favor de la dialéctica, habían caído en excesos hasta reducirla a razonamientos infantiles —Anselmo de Besata— o, en el extremo opuesto, repercutir en aspectos dogmáticos —Berengario de Tours—. Entre los que destacan como contrarios a la dialéctica, sobresale San Pedro Damián (1007-1072), para quien la dialéctica, es esclava de la teología, sin que con ello él se refiera a la misma en sentido absoluto, sino en términos relativos por los excesos en que había incurrido.
Envueltos en esta discusión, surge San Anselmo de Canterbury (1033-1109) quien adopta una postura conciliadora entre dialécticos y antidialécticos. Nace en Aosta, Italia y se hace monje benedictino en 1060, es nombrado prior y posteriormente abad, hasta que pasa a Inglaterra donde es consagrado obispo de Canterbury en 1093. Sus cargos requerían dedicarse a la enseñanza y a la escritura, por lo que de él tenemos diálogos como Del gramático, De la verdad y Del libre albedrío, el Monologio, por oposición a los diálogos, el Proslogio, así como una respuesta al monje Gaunilón, el Libro apologético contra el ignorante. Una de sus obras como obispo fue ¿Por qué Dios se hizo hombre? (Cur Deus homo). En su producción intelectual, se percibe su formación platónica-agustiniana y su interés por los mismos temas: Dios y el alma.
La relación entre fe y razón que presenta el obispo de Canterbury, la podemos sintetizar en su célebre expresión «Fides quaerens intellectum (La fe que busca comprender)» (Proslogion, Proemio), que fue el título inicial de su obra Proslogion. Esta idea la encontramos también en el título inicial de su obra Monologion: «Exemplum meditandi de ratione fidei (Ejemplo de meditación sobre la razonabilidad de la fe)» (ib.). Así, en estas obras, presentó su propuesta para superar la controversia dialéctica.
San Anselmo subraya la primacía de la fe sobre la razón —pero sin desestimarla— en su obra Proslogion: «No busco tampoco entender para creer, sino que creo para entender. Pues creo también esto: que “si no creyera no entendería”» (I). De aquí, entonces, que en su propuesta la razón tenga su lugar en la comprensión de la fe, no para negar los postulados dogmáticos como en algunos dialécticos, sino para comprender mejor el misterio que encierra la fe; en este sentido, la fe y la razón se complementan, dando así una colaboración armoniosa entre ambas. Su preocupación por una sana comprensión de la fe, la encontramos en las siguientes palabras: «Es negligencia el no tratar de comprender aquello que se cree» (Cur Deus homo, I, 2).
Así, de manera implícita, el santo obispo presenta su respuesta a la discusión que en su tiempo estaba vigente, y que le obtiene de ello el título de Padre de la Escolástica, pues fue el que logró armonizar la relación entre la fe y la razón en su tiempo. Con todo, la razón que defiende no es fría, sino una que está llena del calor del amor, puesto que el amor amplía el horizonte de comprensión de la fe: «Haz que te busque deseándote, que te desee buscándote, que te encuentre amándote, que te ame encontrándote» (Proslogion, I).
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