Breviloquium
María, nueva Eva
María, evangelizada y evangelizadora
La presencia de Santa María, madre de Cristo, tiene un lugar
de primera importancia en la vida de la Iglesia. Su papel en el misterio
cristiano nos invita a reflexionar sobre la mediación que ejerce en la obra de
la salvación. Por lo cual, iniciamos esta serie intitulada, María, evangelizada y evangelizadora, a
propósito de un volumen de Carlos Ignacio González, s.j., pero, sobre todo,
para resaltar que ella ha recibido primero a Jesús en su corazón
(evangelizada), y por eso es capaz de llevar a todos los hombres al encuentro
con su Hijo (evangelizadora). Itinerario que todo discípulo y misionero de
Jesús está llamado a encarnar.
Vamos a presentar, en un primer momento, cómo ha estado
prefigurada en la Antigua Alianza, desde la obra de la creación hasta las
profecías de los profetas. Un segundo momento nos permitirá acercarnos a su presencia
en la Nueva Alianza, desde la Anunciación hasta la profecía de la Mujer vestida
de sol. Así recuperamos los datos más relevantes que, sobre María, la Sagrada
Escritura nos ofrece. El tercer momento nos acercará a las formas en que su
presencia ha sido recibida en la Iglesia primitiva, es decir, en los Padres de
la Iglesia. Finalmente, en el cuarto momento, nos detendremos a examinar los
dogmas que el Magisterio de la Iglesia ha declarado sobre ella, y a extraer
conclusiones prácticas para nuestro hoy.
Nuestra primera parada la haremos en los inicios de la
creación, en el libro del Génesis; ahí encontramos los relatos de la creación
(1-2,4a) y el pecado de nuestros primeros padres (Gn 24b-3). El segundo relato
nos narra la creación de Adán y Eva, y como ambos, ante la instigación de la
serpiente, sucumbieron a la tentación. San Pablo, a la luz del misterio pascual
de Cristo, elabora la comparación Adán-Cristo para mostrar la universalidad de
la gracia (Rom 15, 12-21) y la resurrección (1 Cor 15,22), así como la
condición celeste de los cristianos (1 Cor 15, 45-49). Esta comparación aporta
los elementos que prefiguran, en oposición con Adán, el papel redentor que
llevará a cabo Jesús.
Sobre este telón de fondo paulino, San Justino, mártir, y San
Ireneo de Lyon desarrollarán el paralelismo Eva-María. Mostrando de esta forma,
la misión que desempeña María en la salvación cristiana. Por un lado, en el Diálogo con Trifón, San Justino apunta
que Eva y María eran vírgenes cuando concibieron la palabra del ángel, Eva de
la serpiente, dando a luz «la desobediencia y la muerte»; María de Gabriel,
concibiendo «fidelidad y gracia». En consecuencia, de ella ha nacido Jesús, «por
quien Dios destruye la serpiente con los ángeles y hombres que a ella se
asemejan, y libra de la muerte para quienes se arrepienten de sus malas obras y
creen en Él» (100).
Por otro lado, San Ireneo de Lyon llega a los puntos altos
del paralelismo Eva-María, siendo así su máximo exponente. Cristo «recapitula»
y «recircula» la obra de la creación, María participa en la redención obrada
por Él. Como Eva «fue inducida a abandonar a Dios transgrediendo su palabra,
por la palabra de un ángel (el demonio)», así María «recibió del ángel el feliz
anuncio de llevar a Dios, obedeciendo a su palabra. Eva se rebeló contra Dios,
María se doblegó a obedecer a Dios, y así se convirtió en abogada de la virgen
Eva. Y como por medio de una virgen el género humano fue condenado a la muerte,
por medio de una virgen fue salvado. Así fue balanceada la desobediencia virginal
con la virginal obediencia» (Adv. haer.,
V, 19, 1).
La comparación resulta muy ilustrativa y nos lleva a
reconocer la labor importantísima que desempeña María. «Reparado el pecado del
primer hombre por obra del Primogénito, superada la astucia de la serpiente por
la simplicidad de la paloma (María), cayeron las cadenas que nos ataban a la
muerte» (ib.).
Con este breve escrutinio a la prefiguración de María en Eva,
podemos encontrar ciertamente elementos que nos permiten hablar actualmente,
sobre la colaboración de María en la obra de la redención humana llevada a cabo
por Jesús. San Justino y San Ireneo no hablan de una «cooperación redentora»,
pero sí exponen las semillas que, con la reflexión posterior, la Iglesia irá
madurando para desarrollar mejor esta idea.
Digamos, finalmente, que María es la nueva Eva, la madre de
los que viven en Cristo Jesús. La escena del Génesis nos prepara para
comprender mejor los relatos de la Anunciación y el de las Bodas de Caná, en el
Nuevo Testamento.
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