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María, Arca de la Nueva Alianza

Breviloquium

María, Arca de la Nueva Alianza

María, evangelizada y evangelizadora

14 de mayo de 2023

 


          Los cristianos cuando rezamos las letanías en honor de la Virgen María, la invocamos como «Arca de la alianza». Un breve recorrido por la Sagrada Escritura, nos llevará a descubrir los tesoros de este título para nuestra vida cristiana.

          El Arca de la Alianza, para el pueblo de Israel, desempeño un signo excepcional de la presencia de Dios en medio de ellos. Estaba hecha de «madera de acacia» y revestida de «oro puro» por dentro y por fuera, símbolo de incorruptibilidad y realeza. El Arca se convierte en el lugar de encuentro entre Dios y Moisés: «me encontraré contigo, y desde encima de la tapa, en medio de los querubines del arca de la alianza, te diré todo lo que tienes que mandar a los israelitas» (Ex 25, 10-22). Dentro de ella estaba «una jarra de oro con maná, la vara florecida de Aarón y las tablas de la alianza» (Hb 9, 4). Y era el lugar donde la nube se posaba y la Gloria de Dios descendía (Ex 40, 34s).

          Después que el pueblo de Israel fue deportado a Babilonia y el Templo de Dios fue destruido, el profeta Jeremías recibe un oráculo que le ordena guardar la tienda, el arca y el altar del incienso en un lugar desconocido. A quienes intentaron buscar el lugar, Jeremías les dirige esta profecía: «Ese sitio quedará desconocido hasta que Dios tenga misericordia de su pueblo y lo reúna. Entonces el Señor mostrará de nuevo esos objetos, y se verá la gloria del Señor y la nube, como apareció en tiempo de Moisés, y cuando Salomón oró para que el lugar santo quedara consagrado solemnemente» (2 Mac 2, 7-8). Materialmente hablando, el Arca no volverá a aparecer ni será reemplazada, así lo profetiza de igual manera: «Cuando se multipliquen y den fruto en el país, en aquellos días —oráculo del Señor—, no mencionarán ya el arca de la alianza del Señor, ni se les vendrá a la memoria, ni la recordarán, ni la echarán de menos, ni se hará otra» (Jer 3, 16).

          Con todo, san Lucas, en su evangelio, nos lleva de la mano a reconocer que en María, el Arca de Alianza se vuelve a hacer presente y, con ella, la gloria del Señor y la nube. Para ello se vale del libro del Éxodo como del segundo libro de Samuel. El primer momento nos lo ofrece en el relato de la Anunciación (Lc 1, 26-38); el ángel Gabriel, a la pregunta de María, responde: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el consagrado que nazca llevará el título de Hijo de Dios» (v. 35). Este descenso del Espíritu Santo sobre María, evoca el descenso de la nube sobre el Tabernáculo (Ex 40, 34), identificando con ello a María como el Arca de la Nueva Alianza, lugar de encuentro con Dios para el nuevo éxodo.

          Pero sin lugar a dudas, en el relato de la Visitación de María a su prima Isabel (Lc 1, 39-56), san Lucas representa en cinco escenas el relato del traslado del Arca de la Alianza desde Baalá a Jerusalén (2 Sm 6, 1-23). 1) David marcha a Judá para llevar el Arca (2 S 6, 2); «María se levantó y se dirigió apresuradamente a la serranía, a un pueblo de Judea» (Lc 1, 39). 2) David y los israelitas la llevan entre vítores y trompetas (2 S 6, 15); Isabel, al saludo de María, responde con «voz fuerte» (Lc 1, 42). 3) David salta delante del Arca (2 S 6, 16); Juan «dio un salto de gozo» (Lc 1, 44) en el vientre de Isabel. 4) David grita maravillado «¿Cómo va a venir a mi casa el arca del Señor?» (2 S 6, 9); Isabel exclama «¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?» (Lc 1, 43). 5) El Arca de la Alianza «estuvo tres meses en casa de Obededom» (2 S 6, 11); María se quedó con Isabel «res meses y después se volvió a casa» (Lc 1, 56).

          San Lucas nos ha regalado una pieza magistral. Nos aproxima hacia el significado que San Juan, con las imágenes del Arca de la Alianza y la Mujer vestida de sol en el Apocalipsis (11,19-12,2), nos ha querido transmitir. En este sentido, San Luis María Grignion de Montfort sostenía que, «cuanto más encuentra en un alma a María, su querida e indisoluble Esposa, tanto más poderoso y dinámico se muestra el Espíritu Santo para producir a Jesucristo en esa alma y a ésta en Jesucristo» (Verdadera devoción, 20). La consecuencia que se desprende nos lleva a reconocer que, sin la presencia de María, la vida cristiana muy difícilmente se estará configurado de acuerdo a la altura de Jesús.

          Por todo lo anterior, descubrimos que el Arca de la Alianza es una persona.  «Dios no habita en un mueble, Dios habita en una persona, en un corazón: María, la que llevó en su seno al Hijo eterno de Dios hecho hombre, Jesús nuestro Señor y Salvador» (Benedicto XVI, Homilía, 15-08-2011). María es el Arca de la Nueva Alianza donde verdaderamente nos encontramos con el Dios-con-nosotros, Jesús (Mt 1, 23; 28; 20).

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