Breviloquium
Rino Fisichella: La Nueva Evangelización
Esta colaboración quiere abrir una terna de recomendaciones bibliográficas, ahora sobre la Nueva Evangelización. Con estas obras se busca suscitar el interés por la Nueva Evangelización para llevarla a la práctica en las diferentes comunidades cristianas, partiendo de una reflexión teológica que aterrice en la pastoral de la Iglesia.
Abrimos nuestras recomendaciones con la obra del cardenal
Rino Fisichella, La Nueva Evangelización,
publicada originalmente en italiano en 2011 y traducida al español en 2012 por la
editorial Sal Terrae. Es el tomo 187 de la colección Presencia Teológica.
Compuesta por diez capítulos que hacen 152 páginas de contenido.
Esta obra del cardenal Fisichella la podemos definir como un
testimonio elocuente de la Nueva Evangelización. Benedicto XVI, en audiencia
privada, el 29 de marzo de 2010, le encomienda presidir un nuevo dicasterio:
«Deseo instituir un discasterio para la nueva evangelización y le pido que sea
su presidente» (p. 8). Instancia pontificia que se erigió, posteriormente, con
la carta apostólica Ubicumque et Semper,
en la fiesta litúrgica de San Mateo, apóstol y evangelista, del 2010.
El fundamento de esta nueva intuición «profética» del Papa
teólogo, se encuentra en la Sagrada Escritura. Jesús proclama y enseña, pero
también evangeliza. Son términos que describen sus acciones reveladoras. Ahora
bien, la expresión «nueva evangelización» hunde sus raíces en el Documento de
Puebla de 1979 (n. 366); sin embargo, ha sido apóstol de la misma Juan Pablo II,
quien la expuso durante veintisiete años en diversas ocasiones durante su
pontificado.
Para el cardenal Fisichella, el contexto en que se desarrolla
la «nueva evangelización» es «el secularismo», tema que desarrolla ampliamente
en el capítulo tercero. Dietrich Bonhoeffer propone las ideas iniciales que,
después, Harvey Cox, propondría en su obra La
ciudad secular (1965) que seguía al volumen del obispo anglicano John A.T.
Robinson, Sincero para con Dios
(1963). «El programa se centra en la enunciación que se ha conservado como un
tecnicismo: vivir y construir el mundo etsi
Deus non daretur, “como si Dios no existiera”» (p. 32). Los resultados,
como es de esperar, no se hicieron esperar y trajo consigo una pérdida de
sentido de la vida, y el hombre entró en crisis al no encontrarse a sí mismo.
Vistos como un conjunto, los tres primeros capítulos nos
presentan el marco en el cual se inserta la Nueva Evangelización; así, el
cuarto capítulo desarrolla puntualmente su contenido y método. En cuanto al
contenido, la Carta a los Hebreos afirma: «Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y
siempre» (13,8). Jesucristo es el fundamento de toda nueva evangelización,
puesto que él no cambia. Lo que si aporta alguna novedad, es el modo en qué se
lleva a efecto, es decir, el método a seguir. San Pedro en su primera carta nos
indica el programa a seguir: «Pero hacedlo con dulzura, respeto y recta
conciencia» (3, 16). Esta propuesta del cardenal Fisichella responde a «que el
corazón del cristianismo es Jesucristo, el encuentro con él exige otro enfoque
que permita ver con coherencia el contenido que se anuncia» (p. 57). Con esto
se cuida que toda iniciativa evangelizadora lleve desde el inicio la levadura
del fracaso.
Los lugares para la Nueva Evangelización son variados, pero
el autor nos propone la liturgia, la
caridad, el ecumenismo, la inmigración y la comunicación. Son lugares «particularmente sensibles en la
actualidad, para una acción pastoral más innovadora» (p. 66). Ciertamente que
estos lugares requieren de personas que desarrollen ahí la pastoral. ¿Quiénes
son los llamados? El cardenal apunta a los presbíteros con su obispo, como un solo presbiterio, a las personas consagradas y a los laicos. De esta forma, la Nueva
Evangelización puede llegar a todos los lugares.
Con esta obra, como se puede apreciar por las ideas que hemos
entresacado, estamos frente a un testimonio elocuente, inteligente, reflexivo y
práctico, para emprender la Nueva Evangelización con fundamentos sólidos,
mismos que permitan acometer en estos tiempos una renovada evangelización que
permita nuevamente ir construyendo el Reino de Dios, con nuevos métodos y con
fervor apostólico y profético.
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