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El joven teólogo Ratzinger

Breviloquium

El joven teólogo Ratzinger

15 de enero de 2023

 


          La altura teológica que alcanzó Joseph Ratzinger (1927-2022), está bien representada por las fuentes de las que abrevó en sus años de juventud. Si preguntamos sobre hombros de qué gigantes construyó su pensamiento, encontramos grandes pensadores de todos los tiempos a lo largo de su vasta obra. En las siguientes líneas, la atención la pondremos en los que se consideran representativos de su juventud (san Agustín de Hipona y san Buenaventura) junto con las obras, fruto de su investigación, a que dieron lugar estos maestros. De igual forma, anotaremos algo sobre la que se ha considerado su obra teológica programática: Introducción al cristianismo (1967).

          Para este fin, recuperamos la exposición que hace sobre nuestro teólogo alemán el Diccionario de pensadores cristianos (2012) de Xabier Pikaza Ibarrondo, y la obra de un especialista, Pablo Blanco Sarto, La teología de Joseph Ratzinger. Una introducción (2011).

          San Agustín de Hipona (354-430) es el teólogo que más marcó la vida de nuestro teólogo de Baviera. En sus años de joven estudiante de teología en la Universidad de Múnich, se había dedicado a la lectura de los Padres de la Iglesia y había asistido a un seminario sobre san Agustín con Gottlieb Söhngen (1892-1971), quien, en el año de 1950, le informó a Ratzinger que ese año a él le había tocado proponer el tema para concursar por el grado de doctor. El tema que después vio la luz en la edición de un libro fue: Pueblo y casa de Dios en la doctrina de san Agustín sobre la Iglesia (Madrid, 2012). Sin dilación, puso manos a la obra y en el periodo de nueve meses en que se debía entregar la obra, fue elaborada y presentada.

          En esta obra, Joseph Ratzinger presenta lo que San Agustín comprende por las imágenes bíblicas Pueblo y Casa de Dios partiendo de la exposición sobre el Salmo 149. Sobre todo, con el tema propuesto, su maestro quería comprobar que el concepto «pueblo de Dios» tiene raíces bíblicas y patrísticas. Por su parte, Ratzinger, en el prólogo a la edición en español de 1992, sintetiza el resultado obtenido de su investigación: «los dos elementos que soportan la visión de la Iglesia en Agustín son su “relecture” cristológica del Antiguo Testamento y la vida sacramental, con su centro en la eucaristía» (p. 19).

          A finales de 1953, queda vacante la cátedra de dogmática y teología fundamental en el seminario mayor teológico de Frisinga. Söhngen le propone elaborar su tesis de habilitación para la libre docencia —y ocupar la catedra vacante— sobre algún argumento medieval. Si ha estudiado a san Agustín, le sugiere trabajar a san Buenaventura. Con el primero ha estudiado a la Iglesia, con el segundo la propuesta es estudiar la revelación. Con todo, la tesis tiene que volver a ser presentada porque el tema de la revelación es polémico, sin embargo, la teología de la historia desarrollada no presenta ninguna objeción. Así, la obra queda concluida. Ratzinger busca encontrar si en la teología del doctor franciscano se halla algo parecido al concepto contemporáneo de historia de la salvación y si este se ponía en relación con el concepto de revelación.

          Una tercera obra que marca la producción teológica del joven Ratzinger fue Introducción al cristianismo (1967). Esta obra presenta las lecciones dadas en el curso del mismo nombre en la Universidad de Tubinga, sobre lo que representa ser cristiano desde el credo de los apóstoles. Con base en este símbolo de la fe, Ratzinger explica la fe de los cristianos comentando cada artículo de la estructura del mismo. La obra al día de hoy, sigue siendo de lectura muy recomendada para la comprensión de la fe cristiana.

          Tal como se puede apreciar, la producción teológica del joven teólogo Joseph Ratzinger es de una profundidad muy honda. Sus textos son el fruto de una investigación y trabajo intensos, que ofrece como un servicio intelectual para la Iglesia, que años más tarde tendrá que ofrecer en el desarrollo del Concilio Vaticano II como perito.

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