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Tradición, la transmisión del fuego

Breviloquium

Tradición, la transmisión del fuego

5 de junio de 2022



          El ejercicio de la teología implica el recurso de la memoria, de aquello que se ha vivido en el pasado, pero no como un recurso a las cenizas del pasado, sino como fuente de un fuego que se mantiene vivo y que se transmite de una generación a otra. De aquí que la teología reconoce en la unión de la Tradición y la Sagrada Escritura, la comunicación de la revelación divina.

          La Tradición (con mayúscula) a diferencia de la tradición (con minúscula), hace referencia al Evangelio mismo, a la persona de Jesús, así como el modo en que es transmitido y comunicado. En otros términos, el contenido de la transmisión es la «Tradición» y el proceso es la «tradición». Importante diferenciarlas para no confundirlas o equipararlas. Ahora bien, para comprender un poco mejor su naturaleza, se pueden emplear tres imágenes que propone Ángel Cordovilla: camino, organismo y memoria.

          Como «camino», la Tradición implica un origen localizado en el pasado, que es normativo y esencial para el presente, pero que ha de ser recibido, integrado y transmitido. Este principio, como se ve, no solo es histórico sino ontológico. En cuanto a la metáfora de «organismo vivo», la Tradición está orientada hacia el futuro en relación con el presente, se comprende como un proceso vital que parte de algo dado pero que mira a su pleno desarrollo. Y como «memoria», la Tradición encuentra una imagen muy rica, puesto que comprendida desde la reflexión de San Agustín de Hipona, esta constituye un el órgano mediante el cual el hombre adquiere conciencia de sí (subjetividad), se abre al mundo (exterioridad) y es receptor de la presencia íntima y trascendente de Dios (trascendencia).

          Todo lo dicho también encuentra una buena justificación en el análisis de la cultura humana. El ser humano es un ser de Tradición de manera pasiva y activa. Pasiva porque nace en una Tradición concreta, la cual es posibilidad y límite de su libertad personal; pero también de manera activa, porque asumiéndola, la interpreta y la transmite de manera renovada creando una nueva Tradición.

          Por otra parte, a la Tradición se le puede asumir desde cuatro actitudes. Desde una posición «tradicionalista», se genera una legítima mentalidad conservadora, pero que desemboca en posturas acríticas, ideológicas y fundamentalistas. En el extremo opuesto, la «progresista» afirma la capacidad que tiene el hombre de forjar su futuro de manera novedosa respecto al pasado, sin embargo, corre el riesgo de convertirse en irreal y utópica, generando un inconformismo radical que desemboca en un maniqueísmo. Otra actitud, la del «deseo de inmediatez», rompe con la Tradición al verla como mediación alienante y opresora entre el hombre y la realidad; esta actitud da paso a los «nuevos movimientos religiosos». Una última actitud, la «parasitaria», refiere a vivir de las glorias pasadas, las cuales hay que ir cargando y llevarlas a buen puerto, esto ha traído como consecuencia el arrojar la carga por la borda porque ya no se tiene la impresión de que haya puerto al cual dirigirse.

          De lo dicho, es momento de precisar el principio de la Tradición en el cristianismo, es decir, su sujeto, objeto, medios y carácter de la misma. El sujeto no es otro que Jesucristo mismo y en sentido derivado todo su cuerpo místico, la comunidad eclesial asistida por el Espíritu Santo. Asimismo, Jesús es el objeto o contenido de la Tradición, que se explicita en el anuncio del Evangelio (kerygma-martyria), en la celebración del misterio y los sacramentos (leiturgia) y en el ejercicio de la caridad con el prójimo (diakonía). Los medios son los mismos por los que Dios se revela, obras y palabras. Y en su carácter, reconocemos un dinamismo que busca crecer en su comprensión de la verdad, no agrega verdades nuevas sino mejora su comprensión.

          En conclusión, se aprecia que la Tradición es una fuente de dinámica que en unión con la Sagrada Escritura, se comunica y comprende cada día mejor la revelación divina. Reviste un carácter de recepción y transmisión, que no es una transmisión estática sino en continuo movimiento. Los Tradición cristiana transmite el fuego, no las cenizas.

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