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Catequesis, enseñanza progresiva de la fe

Breviloquium


Catequesis, enseñanza progresiva de la fe

8 de mayo de 2022



          La Nueva Evangelización, como renovado anuncio del Evangelio, exige también una renovación catequética que esté a su servicio. Después de aceptar a Jesús, haciendo una opción fundamental por constituirlo Señor y Salvador de la vida, viene el momento de la catequesis. La iniciación a la vida cristiana no se queda en el kerigma, avanza a la catequesis y los demás momentos; por ello, este segundo momento tiene su ser y lugar en la iniciación cristiana, persigue un fin y quedan implicados agentes y destinatarios específicos.

          El término «catequesis», de origen griego, está compuesto por kata (de arriba abajo), eche (resonar) y sis (acción), así katechesis significaría «resonar desde lo alto hacia abajo». Esta palabra no aparece en el Antiguo Testamento, y en el Nuevo Testamento solo aparece en la forma del verbo katechein (catequizar), con un doble significado: narrar o relatar sucesos (Lc 1,4; Hch, 21, 21-24) y enseñar los misterios de la fe (Hch 18, 25; 1 Cor 14, 19; Rm 2, 18; Gál 6, 6).

          A la luz de estos textos, observamos que la catequesis surge en los orígenes de la Iglesia, como un momento después del primer anuncio del evangelio, que «es ante todo la profundización del kerygma que se va haciendo carne cada vez más y mejor, que nunca deja de iluminar la tarea catequística, y que permite comprender adecuadamente el sentido de cualquier tema que se desarrolle en la catequesis» (Francisco, Evangelii Gaudium, 165).

          El Papa Juan Pablo II la define en estos términos: «Globalmente, se puede considerar aquí la catequesis en cuanto educación de la fe de los niños, de los jóvenes y adultos, que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático, con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana» (Catechesi Tradendae, 18). Por ello debemos recordar que «el fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo: sólo Él puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad» (CT 5). De tal forma que todo el proceso catequético desemboque en una confesión de Dios Trino y Uno.

          Para lograr esta finalidad, el Directorio para la Catequesis (23 de marzo, 2020), propone a la catequesis las siguientes tareas: llevar al conocimiento de la fe, iniciar en la celebración del misterio, formar en la vida de Cristo, enseñar a orar e introducir a la vida de la comunitaria (79-89). Con ello, presenta todo un itinerario de crecimiento que nunca se agota.

          De la misma forma, el Directorio nos refiere a los agentes de la catequesis: al obispo como el primer catequista, al presbítero, al diácono, a los consagrados y finalmente a los laicos. Estos últimos, a partir del Muto Propio Antiquum ministerium (10 de mayo de 2021), pueden ser instituidos con el ministerio laical del Catequista, «servicio estable que se presta a la Iglesia local según las necesidades pastorales identificadas por el Ordinario del lugar» (8). Se formaliza eclesialmente al laico que presta su servicio a la catequesis de la Iglesia.

          En cuanto a los destinatarios, el mismo Directorio para la Catequesis resalta nueve tipos de destinatarios: familias, niños, jóvenes, adultos, ancianos, personas con discapacidad, migrantes, emigrantes y personas marginadas (226-282). Al mismo tiempo que llama a tomar en cuenta a los bautizados que han recibido sus sacramentos de iniciación cristiana, como aquellos que aún no los han recibido completos, a emprender una catequesis de inspiración catecumenal (62-65), para que también en ellos se lleve a cabo una adhesión a la Persona de Jesucristo.

          En conclusión, la catequesis que está al servicio de la Nueva Evangelización, es la enseñanza progresiva de la fe para avanzar en el proceso de iniciación cristiana que dé cristianos maduros.

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