Breviloquium
Catequesis, enseñanza progresiva de la fe
La Nueva Evangelización, como renovado anuncio del Evangelio, exige también una renovación catequética que esté a su servicio. Después de aceptar a Jesús, haciendo una opción fundamental por constituirlo Señor y Salvador de la vida, viene el momento de la catequesis. La iniciación a la vida cristiana no se queda en el kerigma, avanza a la catequesis y los demás momentos; por ello, este segundo momento tiene su ser y lugar en la iniciación cristiana, persigue un fin y quedan implicados agentes y destinatarios específicos.
El término «catequesis», de origen griego, está compuesto por
kata (de arriba abajo), eche (resonar) y sis (acción), así katechesis significaría «resonar desde
lo alto hacia abajo». Esta palabra no aparece en el Antiguo Testamento, y en el
Nuevo Testamento solo aparece en la forma del verbo katechein (catequizar), con un doble significado: narrar o relatar
sucesos (Lc 1,4; Hch, 21, 21-24) y enseñar los misterios de la fe (Hch 18, 25;
1 Cor 14, 19; Rm 2, 18; Gál 6, 6).
A la luz de estos textos, observamos que la catequesis surge
en los orígenes de la Iglesia, como un momento después del primer anuncio del
evangelio, que «es ante todo la profundización del kerygma que
se va haciendo carne cada vez más y mejor, que nunca deja de iluminar la tarea
catequística, y que permite comprender adecuadamente el sentido de cualquier
tema que se desarrolle en la catequesis» (Francisco, Evangelii Gaudium, 165).
El Papa Juan Pablo II la define en estos términos: «Globalmente,
se puede considerar aquí la catequesis en cuanto educación de la fe de los
niños, de los jóvenes y adultos, que comprende especialmente una enseñanza de
la doctrina cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático, con
miras a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana» (Catechesi Tradendae, 18).
Por ello debemos recordar que «el fin definitivo de la catequesis es poner a
uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo: sólo Él
puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la
vida de la Santísima Trinidad» (CT
5). De tal forma que todo el proceso catequético desemboque en una confesión de
Dios Trino y Uno.
Para lograr esta finalidad, el Directorio para la Catequesis (23 de marzo, 2020), propone a la
catequesis las siguientes tareas: llevar al conocimiento de la fe, iniciar en
la celebración del misterio, formar en la vida de Cristo, enseñar a orar e
introducir a la vida de la comunitaria (79-89). Con ello, presenta todo un
itinerario de crecimiento que nunca se agota.
De la misma forma, el Directorio
nos refiere a los agentes de la catequesis: al obispo como el primer
catequista, al presbítero, al diácono, a los consagrados y finalmente a los
laicos. Estos últimos, a partir del Muto Propio Antiquum ministerium (10
de mayo de 2021), pueden ser instituidos con el ministerio laical del
Catequista, «servicio estable que se presta a la Iglesia local según las
necesidades pastorales identificadas por el Ordinario del lugar» (8). Se
formaliza eclesialmente al laico que presta su servicio a la catequesis de la
Iglesia.
En cuanto a los destinatarios, el mismo Directorio para la Catequesis resalta nueve tipos de destinatarios:
familias, niños, jóvenes, adultos, ancianos, personas con discapacidad,
migrantes, emigrantes y personas marginadas (226-282). Al mismo tiempo que
llama a tomar en cuenta a los bautizados que han recibido sus sacramentos de
iniciación cristiana, como aquellos que aún no los han recibido completos, a emprender
una catequesis de inspiración catecumenal (62-65), para que también en ellos se
lleve a cabo una adhesión a la Persona de Jesucristo.
En conclusión, la catequesis que está al servicio de la Nueva Evangelización, es la enseñanza progresiva de la fe para avanzar en el proceso de iniciación cristiana que dé cristianos maduros.
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