Breviloquium
El árbol de la filosofía
20 de marzo de 2022
La Iglesia Católica, en su exigencia de formación filosófica
para los aspirantes al sacramento del Orden, pide que se enseñen las diferentes
disciplinas filosóficas de tal forma que adquieran «un conocimiento sólido y
coherente del hombre, del mundo y de Dios apoyados en el patrimonio filosófico
siempre válido» (Dec. Optatam Totius,
15). Este llamado se extiende de manera especial a los laicos y religiosos, que
también asumen algún servicio dentro de la pastoral y requieren aparte de
formación espiritual, formación filosófica (Dec. Apostolicam actuositatem, 29).
De acuerdo con esto, vamos a esbozar en las líneas siguientes
un árbol de la actividad filosófica en sus diferentes disciplinas. Pretende ser
una referencia para tener un primer acercamiento a los diferentes tratados que
estudia la filosofía, y que estamos llamados como laicos a emprender su
conocimiento para que, al igual que nuestros sacerdotes, «bien conocida la
índole de la época presente, se preparen oportunamente para el diálogo con los
hombres de su tiempo» (OT, 15).
Siguiendo la analogía del árbol, las diferentes ramas de la
filosofía las podemos ordenar de acuerdo al grado de abstracción que hacen de
la materia. Así podemos hablar de cuatro objetos últimos de estudio (ser,
verdad, bien y belleza) con sus cuatro mediaciones (realidad, conocimiento,
acción y sensibilidad).
En cuanto al tratamiento del Ser, la realidad como su
mediación, trata de la totalidad de las cosas y no una parte. Este primer
objeto de la filosofía se estudia en la Metafísica, que es el tronco de todas
las demás ramas de la filosofía, y sin la cual no podría construirse ningún
tipo de conocimiento, puesto que de formar consciente o inconsciente todas las
ciencias parten de los supuestos metafísicos. De este objeto de la filosofía,
surgen dos ramas más: la Ontología y la Teología natural. La primera estudia el
ser en general, y la segunda el ser máximo, Dios. Por otra parte, de la
Ontología surge la Filosofía de la Naturaleza, y de ella la Cosmología y la
Psicología, en la cual podemos después encontrar a la Antropología filosófica
y, dentro de ella últimamente, la Filosofía de la Mente.
En cuanto a la Verdad, la mediación que nos ayuda a llegar a
ella es el conocimiento; afirmación que la revelación bíblica sustenta (cf. Jn 8, 32). De esta rama se
desprenden la Lógica, que estudia los principios y las leyes del razonamiento,
y la Epistemología que estudia el
conocimiento en sí mismo, es decir, qué podemos conocer, sus límites,
condiciones y tipos, donde también se pregunta por lo real y su posibilidad de
conocimiento pleno. De esta, se deriva la Filosofía del Lenguaje, que estudia
el lenguaje en su relación con el mundo o el pensamiento, su artificialidad o
naturalidad, y también sus límites.
Por en medio de estos dos objetos anteriores, en las últimas
décadas, a raíz del surgimiento del realismo científico, se habla de tres ramas
que comparten estos dos objetos: la Filosofía de la Ciencia, la Filosofía de
las Matemáticas y la Filosofía de la Historia.
El tercer objeto, el Bien, y la acción como su mediación,
encontramos a la Ética o Filosofía Moral, de la cual se desprenden la Ética
fundamental y la Ética Aplicada. La primera es de corte general, y la segunda
trata problemas específicos de la acción humana. La Filosofía Política por su
parte, trata de cuestiones sobre el poder, la justicia, la ley o las relaciones
entre los pueblos y naciones. Como ramas de esta disciplina surgen la Filosofía
del Derecho y la Filosofía de la Economía.
Por último, el cuarto objeto que estudia la filosofía es la Belleza,
la cual tiene por mediación la sensibilidad, de la que se encarga la Estética;
esta estudia el arte y cómo percibimos lo bello.
De lo expuesto hasta este punto, se puede observar la importancia que tiene el estudio de la filosofía para la Iglesia, para quienes, como ha señalado San Juan Pablo II en la encíclica Fides et ratio, «deberán un día, en la vida pastoral, enfrentarse a las exigencias del mundo contemporáneo y examinar las causas de ciertos comportamientos para darles una respuesta adecuada» (n. 60). Su aplicación al ámbito de la teología católica lo habremos de abordar en una oportunidad más adelante.
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