Breviloquium
Lógica material: condiciones para el pensamiento verdadero
Donde no se aprende a pensar, la ideología rápidamente
encuentra un lugar fértil para echar raíces y crecer sin obstáculos. Por ello, a
continuación, se presentan de manera somera las condiciones para el pensamiento
verdadero, a saber: la verdad y sus
propiedades, la certeza y sus grados,
el conocimiento científico y sus métodos. Pretende ser una invitación
para adentrarse al mundo del pensamiento correcto y verdadero.
Si hablamos de formar un pensamiento no solo correcto y que
cumpla las leyes de la lógica formal, si no también que sea verdadero, es
necesario precisar qué se entiende por verdad. De manera clásica, la verdad se
concibe como la adecuación del intelecto
con la realidad, es decir, la verdad
lógica. Sin embargo, el concepto verdad
es analógico y puede tener otras dos aplicaciones. Así, la adecuación de las palabras con el pensamiento es la verdad moral; la adecuación de la cosa con
su idea ejemplar es la verdad
ontológica. De las tres adecuaciones, nos interesa la primera, la verdad lógica.
A lo largo de la historia, encontraremos nociones equívocas y
unívocas de la verdad desde el idealismo, sociologismo y pragmatismo. En el
fondo, por una parte, se trata de posturas que buscan imponer cotas muy
elevadas para afirmar la verdad de un pensamiento, deviniendo en un
escepticismo continuo, o en cotas demasiado bajas, desembocando en un
relativismo que diluye todo intento de afirmar un pensamiento como verdadero.
Entonces, ¿qué propiedades debemos reconocer en un
pensamiento para considerarlo verdadero? Describamos las cuatro propiedades
clásicas. Un tratado de gnoseología precisará su contenido en profundidad, aquí
solo las enunciaremos. Una es la unidad,
que consiste en la coherencia entre las proposiciones, es decir, que cumpla el
principio de no-contradicción. Otra es la indivisibilidad,
la cual sostiene que la verdad no tiene grados, o una proposición es falsa o
verdadera, no hay punto intermedio, es el principio de tercero excluido. Otra
más es la inmutabilidad, que afirma
que la verdad no evoluciona, solo el espíritu es el que progresa en el
conocimiento de la verdad. Y la cuarta es la objetividad, que nos indica que es la mente la que se adecua a la
realidad, y no viceversa.
Ante la verdad, la mente puede estar en algún grado específico:
certeza, duda, opinión y fe; pero cuando asiente a una
proposición que no es conforme a la realidad, se produce el error. A medida que va avanzando en la
obtención de evidencias, una verdad se hace más clara. La verdad se va
descubriendo, no inventando.
Con base en lo anterior, es posible construir un saber
científico y, al mismo tiempo, diferenciarlo de otros tipos de saber. Por
ciencia se comprende, el conocimiento cierto
de las cosas por sus causas. El conocimiento científico posee tres
propiedades: necesidad, universalidad y sistematización. Sin estas propiedades puede ser otro tipo de
conocimiento, pero no el que exige la ciencia, y que lo diferencia de la mera opinión.
Ya la manera de discurrir por medio de demostración, marca el método o camino
que sigue la ciencia. La filosofía, por su parte, primero atiende a la
experiencia sensible y en segundo momento al uso de la inteligencia. Cada
ciencia de acuerdo a su objeto de estudio, delimitará el tipo de método a
emplear.
En síntesis, la verdad es el fin último que persigue la
lógica; se requieren diferentes condiciones para que un pensamiento sea no solo
correcto, sino verdadero. He ahí la exhortación a desarrollar un pensamiento
lógico que nos permita construir nuevos conocimientos correctos y verdaderos.
La Iglesia y la sociedad requiere de cristianos mejor pensantes, y he aquí un
instrumento para mejorar nuestra manera de pensar: la Lógica.
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