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Ética filosófica y cristianismo

Breviloquium

Ética filosófica y cristianismo

18 de septiembre de 2022



          Dentro del universo filosófico, la ciencia que se encarga de reflexionar sobre los actos humanos es la Ética. Para nosotros los cristianos, el estudio de esta disciplina es bastante provechoso, puesto que, como afirma el Papa Juan Pablo II, «la mentalidad cientificista ha conseguido que muchos acepten la idea según la cual lo que es técnicamente realizable llega a ser por ello moralmente admisible» (Fides et ratio, 88). Pero no solo esta mentalidad hoy se impone, también las ideologías que atentan contra la vida humana en su inicio y su final. Así mismo, las ideologías sexuales, materialistas, espiritualistas, entre otras, que su objetivo es reducir al ser humano a solo materia o espíritu, llevando a que desemboquen en prácticas deshumanizantes y deshumanizadoras.


          Es verdad que en los areópagos y tribunales de este mundo contemporáneo, la visión cristiana no goza de una aceptación inmediata, sino hasta que logra, con argumentos bien fundados, ilustrar la verdad de las opciones que invita a adoptar. De esta forma, una filosofía «en la que resplandezca algo de la verdad de Cristo, única respuesta definitiva a los problemas del hombre, será una ayuda eficaz para la ética verdadera y a la vez planetaria que necesita hoy la humanidad» (FR 104).

          Desbrocemos el terreno de la Ética para conocer un poco de esta disciplina y que los cristianos puedan dar razón de su filosofía moral que su fe les lleva a adoptar. No como una imposición, sino como autodeterminación personal que otorga la gracia de vivir en la libertad de los hijos de Dios.

          En primer lugar, ¿qué es la Ética? Proviene del término griego ethos (lugar de radicación, hábito). Al latín pasó como mos, moris (sentimiento, carácter, costumbre). En ambos casos se alude a los actos libres del ser humano, de ahí que su sentido se comprenda como costumbre. Los especialistas en ética precisan la peculiaridad de ambos términos que pueden llegar a tomarse como sinónimos, pero que no lo son necesariamente. La Ética busca el argumento del código moral que se ha aceptado como guía de conducta, es decir, se pregunta por el porqué de la moral aceptada La Moral, en cambio, formula los principios, normas y valores que se deben adoptar, su cuestión central es ¿qué debemos hacer?

          La Ética, como ciencia, es un conocimiento por sus causas, pero además es práctica, está pensada para realizarse en la vida cotidiana, es un saber para actuar y no solo por saber. Juzga la bondad y maldad de los actos humanos de acuerdo a lo que, a la luz de la razón, sería lo normal, encauzando las decisiones libres.

          San Juan Pablo II dilucidó bien la relación entre la Ética y la teología, especialmente en la Teología Dogmática que necesita no solo un discurso narrativo sino, también, argumentativo. La Teología Moral, por su parte, «debe acudir a una visión filosófica correcta tanto de la naturaleza humana y de la sociedad como de los principios generales de una decisión ética» (FR 68). Esto implica el recurso «a una ética filosófica orientada a la verdad del bien; a una ética, pues, que no sea subjetivista ni utilitarista»; que a la teología moral la lleve, en definitiva, a ser «capaz de afrontar los diversos problemas de su competencia —como la paz, la justicia social, la familia, la defensa de la vida y del ambiente natural— del modo más adecuado y eficaz» (FR 98).

          El sujeto ético es alguien autónomo, pero no cae en la arbitrariedad o la anarquía, todo lo contrario, adopta un código moral como fruto de una opción libre y voluntaria. Aquí proponemos la ética hermenéutico-analógica de Mauricio Beuchot, que puede ser a fin a una visión cristiana. En ella se enfatiza el desarrollo y puesta en práctica de las virtudes cardinales (justicia, prudencia, fortaleza y templanza), así como el marco que pueda aportar un grupo de leyes que eviten el relativismo. Se trata, por tanto, de decir poco y mostrar mucho.

          Finalicemos subrayando la importancia del conocimiento filosófico para la argumentación ética cristiana. Después de orar hay que estudiar. Santos como Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Buenaventura, Edith Stein, Karol Wojtyla, entre otros, son claro ejemplo de lo mucho que pueden aportar los cristianos al ámbito eclesial como secular, cuando se cultiva un pensamiento ético filosófico.

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