Breviloquium
¿Qué es la Biblia?
Palabra de Vida
3 de septiembre de 2023
La Iglesia Católica dedica cada año el mes de septiembre a la Biblia, esto con la finalidad de dar a conocer el texto sagrado a través de diferentes iniciativas en las diócesis y parroquias, así como en las comunidades laicales y religiosas. Dos son las fechas que motivan a dedicar este mes a la Biblia, una de origen católica, la conmemoración de la muerte de San Jerónimo el 30 de septiembre del año 420, y otra de origen protestante de habla hispana, la aparición de la Biblia del Oso el 26 de septiembre de 1569.
Este mes, por ello, nos da la oportunidad de promover la lectura, el estudio y la oración con la Biblia. Nosotros, inspirados en los numerales 101 al 141 del Catecismo de la Iglesia Católica, desarrollaremos cuatro intervenciones para conocer mejor este libro sagrado.
Veamos, primero, el origen del término. «Biblia» es el sustantivo diminutivo plural griego de «biblos» (libro, en español), su traducción literal al español sería «libritos». En su definición real, la Biblia es «el conjunto de libros, inspirados por Dios, que nos narran la historia de nuestra salvación y que constituyen el canon bíblico» (Carlos Junco Garza, La Biblia, libro sagrado, Estella, 2008, p. 92).
La Biblia se divide en dos partes: Antiguo y Nuevo Testamento. El Primer Testamento está constituido por 46 libros, divididos en tres secciones: Ley, profetas y otros escritos (cfr. Sir prol.); el Segundo Testamento en 27 libros, dando un total de 73 libros. Por otra parte, la división en capítulos para los dos testamentos estuvo a cargo del arzobispo de Canterbury, Esteban Langton, hacia el 1226; la división en versículos, para el Antiguo Testamento, fue hecha por Santes Pagnino, alrededor del 1528 y, para el Nuevo Testamento, por Roberto Estienne hacia 1551.
Con todo, más que letras y libros, la Biblia contiene la revelación de Dios para la humanidad, la palabra de Dios divinamente inspirada que se ha puesto por escrito; por lo que ahí podemos encontrar una de las fuentes de la automanifestación de Dios. La Biblia se constituye como presencia amorosa de Dios Padre y, por ende, se le reconoce como Sagrada Escritura.
La Biblia, además, puede ser entendida como memoria teologizada del pueblo de Dios, donde han quedado plasmadas las intervenciones salvíficas que Dios ha obrado por este mismo pueblo. Sin embargo, la Biblia no contiene una letra muerta, sino viva, puesto que antes de ser consignada por escrito, la revelación de Dios ha sido acontecimiento. De esta forma, reconocemos que la Sagrada Escritura es a la vez palabra humana, palabra divina y palabra actual.
Siguiendo este razonamiento, el Catecismo de la Iglesia Católica afirma que, «En la condescendencia de su bondad, Dios, para revelarse a los hombres, les habla en palabras humanas» (n. 101). Además, «A través de todas las palabras de la sagrada Escritura, Dios dice sólo una palabra, su Verbo único, en quien él se da a conocer en plenitud (cf. Hb 1,1-3)» (n. 102). Jesús es la Palabra de Dios que encontraremos en toda la Sagrada Escritura.
De acuerdo con lo anterior, resulta consecuente que la Iglesia venere «siempre las divinas Escrituras como venera también el Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (cf. DV 21)» (n. 103). Por lo cual, practicar solo la comunión eucarística sin la debida escucha de la Sagrada Escritura, no sería una participación correcta en las celebraciones litúrgicas.
San Jerónimo lo señala con estas palabras: «El que escucha distraídamente la Palabra de Dios es tan culpable como el que deja caer una partícula del pan sagrado» (Anécdota Maredsolana, III, 302). De la misma forma que cuidamos con mucha reverencia que no se caiga ni una partícula de la Sagrada Eucaristía, el Magisterio Eclesial nos exhorta también a no dejar caer el pan de la Palabra, porque es el mismo Jesús que está en ella.
Concluyamos estas líneas con una invitación a conocer mejor la Sagrada Escritura, porque en ella, «la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza (cf. DV 24), porque, en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (cf. 1 Ts 2,13). “En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos” (DV 21)» (n. 104). Aprovechemos las iniciativas que tanto presencial como virtualmente estarán a la disposición este mes.
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