Breviloquium
Teología, noción e invitación a su ejercicio
Creer en Dios nos sitúa en el camino de pensar su misterio,
buscar conocerlo para amarlo mejor. Aristóteles afirmaba que el hombre por
naturaleza desea saber. Quien renuncia a conocer o saber de Dios afirmando
tener fe, en realidad se ha creado un ídolo. De aquí que para que la fe no
tenga como fin un ídolo, la ciencia que se encarga de reflexionar el misterio
de Dios es la Teología.
A los creyentes de cada época les toca dar una respuesta a la
pregunta ¿qué es la teología? Podríamos pensar que después de dos mil años
de Iglesia y práctica teológica, la respuesta ya está resuelta, ya está dada.
No es así. Las realidades que toca la teología nos desbordan y exceden en
conocimiento. De aquí que la pregunta siempre adquiera vigencia. La respuesta
nos implica personalmente, ya que el ser humano necesita decirse a sí mismo y
con sus propias palabras quién es Dios y quién es él para Dios. Cada teólogo
que ha buscado dar una respuesta, ha acentuado algún aspecto de la teología sin
menoscabar el resto. Un servidor no será la excepción.
En su sentido
originario, el término teología busca
unir dos realidades aparentemente contradictorias. Por un lado a Dios (theos) que es el Indefinible, y por otro
palabra (logos), el discurso
razonale. Desde la teología cristiana sostenemos la posibilidad de la unión de
estas dos realidades, puesto que el Dios incomprensible se ha querido
manifestar para comunicar su proyecto a la humanidad. Ahora bien, ¿cómo es
posible esta unión?
Podemos en pensar en dos posibilidades, teología como «Palabra
de Dios» o teología como «Palabra sobre Dios». En la primera, la
preposición «de» indica un sentido subjetivo. Teología es Dios mismo
comunicándose de manera personal con la criatura. Dios que habla al hombre (cf.
Heb 1, 1-3). En la segunda, la preposición «sobre» indica un sentido objetivo.
La primacía la tiene la palabra que el hombre dirige a Dios, como respuesta
agradecida (alabanza) y responsable (discurso) a la Palabra que Dios previamente
ha dirigido. Dicho sea de paso, esta es la manera en que se comprendía antes
del cristianismo. Con todo, ambas formas de teología, a la vez diferentes,
están unidas. La teología en su totalidad es Jesucristo. En él encontramos la
palabra de Dios dirigida a los hombres, así como la palabra que el hombre ha de
dar a la palabra de Dios: de manera agradecida, responsable y testimonial.
Así nos encontramos antes el dilema de objetivar a Dios, tal
cual otro objeto del conocimiento humano. Dios excede toda nuestra
comprensibilidad. Será el genio de Santo Tomás de Aquino quien distingue a Dios
como sujeto, es decir, el fin último
del conocimiento humano; y como objeto,
a saber, los conceptos que hacen accesible esa realidad. De esta forma, el
conocimiento humano amarra algunas certezas sobre Dios sin agotarlo. Al mismo
tiempo, esto nos lleva a expresar las formas
fundamentales de teología: como anuncio y predicación, como interés racional en
Dios y como ciencia de la fe.
Después del recorrido elaborado, podemos ofrecer una definición de teología: La teología es la fe en acto de pensar, la
fe pensada como respuesta agradecida a Dios que se revela en su Palabra y se da
en su Espíritu, como expresión cabal de la apertura radical y búsqueda crítica
del hombre a la verdad (Ángel Cordovilla). Ello nos lleva en los lugares desde donde se realiza,
básicamente son tres: la Iglesia,
ambiente y sujeto último; en la academia,
lugar de la razón y el diálogo interdisciplinar; y el tiempo, la actualidad de la reflexión que va con el tiempo y a la
altura del tiempo.
Por último, las dimensiones
de la teología (cf. Ef 3, 18) nos hablan de su altura, referida al misterio trinitario de Dios; su hondura, en cuanto al despliegue en la
historia del misterio de Dios; y su anchura,
que invita al diálogo crítico con otras ciencias y otras teologías, integrando
lo que haya a fin al evangelio.
Ciertamente, responder a la pregunta sobre el ser de la
teología es una respuesta que cada época y cada persona tiene que elaborar, en
estas breves líneas hemos tratado de esbozar una definición y una invitación a
su ejercicio, especialmente aquellos que tienen un servicio en la pastoral de
la Iglesia, y que se les ha delegado el poder, muchas veces, de hablar en
nombre de ella. ¡Ejercítate en la teología!
¡Atrévete a creer, teniendo el coraje de pensar! ¡Atrévete a pensar, teniendo
el coraje de creer! (B. Welte).
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