Breviloquium
La samaritana, modelo de discípulo misionero
San Juan, el evangelista, nos ha dejado el pasaje del encuentro de Jesús con la samaritana (Jn 4, 1-42), un relato muy persuasivo para asumir una actitud de discipulado y misión en esta hora que nos toca vivir. En este pasaje podemos advertir cinco momentos en los que Jesús desarrolla un camino de evangelización que lleva de alguien del encuentro con el Maestro, hasta su envío como misionera, como apóstol de los suyos.
La puerta de entrada
al relato (vv. 1-6) nos habla de la preocupación que tiene Jesús y la voluntad
divina por encontrarse con alguien, es decir, tú y yo. Algunos se han dejado ya
encontrar por Jesús y reconocen este momento, otros más puede que estén a punto
de ser encontrados por Él. No lo sabemos, pero no tenemos dudas. La voluntad de
Dios es un misterio que siempre juega a nuestro favor.
Una vez que el Señor se encuentra con alguien, lo primero que
Él hace es pedir aquello que finalmente Él da. Jesús pide de beber a la
samaritana, le pide un agua especial, la fe de la mujer como nos dice san
Agustín. La samaritana es la figura de todas las personas que van por la vida
tratando de llenar sus insatisfacciones con cosas y criaturas perecederas,
limitadas, finitas. Con todo, Jesús nos lleva a reconocer el vacío que hay en
nuestra existencia; más que llenar el cántaro que lleva en las manos la mujer,
el Señor quiere llenar su vida con el agua viva, esto es, el Espíritu Santo que
Jesús como su fuente divina ofrece a todos.
Colmado el vacío de su existencia, Jesús avanza en la
transformación de la persona, llega a lo más íntimo del corazón humano (vv.
16-26). Los cinco maridos que había tenido la samaritana simboliza la vida de
idolatría que ella ha vivido, y el sexto representa al Dios verdadero, pero con
una visión errónea del mismo. Jesús llega y le presenta quien es Dios: el
«Padre» (v. 21). Y quien adore a Dios, lo debe adorar como Padre, en Espíritu,
es decir, con el Espíritu Santo, y en verdad, en la persona de Jesús-Verdad (Jn
14, 6).
De aquí que una Nueva
Evangelización (vv. 27-38) surge del
encuentro y de una comunión plena con Dios Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La samaritana al vivir este encuentro y ser colmada del amor de Dios, va y da
testimonio de su experiencia en toda la ciudad, no solo con su familia; su
anhelo es que todos se encuentren con Aquel que ha llenado toda su vida. Deja
el cántaro señal de que ha dejado la vieja vida, y ha comenzado en ella una
nueva vida.
Los frutos de una
evangelización realizada por un discípulo misionero como la samaritana, no
se dejan esperar (vv. 39-42); el evangelista nos relata que muchos creyeron por
el testimonio de ella, y aún otros más por las palabras de Jesús que escucharon
en los dos días que se quedó con ellos. El libro de los Hechos de los Apóstoles
nos habla de los frutos de la evangelización en Samaría (Hch 8).
Si hoy queremos pasar de ser cristianos que solo tenemos la
constancia de bautismo, a ser cristianos que en nuestra vida conste tal nombre,
debemos asumir el itinerario que la samaritana ha recorrido. La sociedad
requiere de cristianos que manifiesten con su fe y sus obras que lo son.
Comentarios
Publicar un comentario